miércoles, 31 de agosto de 2011

Poemas de Ricardo Esquer






UNA CANCIÓN PARA LA PAZ

Parece coincidencia la nitidez de la jacaranda
en el ámbito definido por la mañana creciente
la luz donde los artistas reconocen a sus semejantes
-trabajadores también- sin abandonar sus diferencias.
Por un momento los afanes de la ciudad cesan en la plaza
una brisa muy ligera mantiene limpios los colores
fresca la luz entera en la atmósfera propicia
los brotes de resonancias en el prado acústico.
Pero no por casualidad un pájaro suelta en el verdor intenso
una canción que muda de plumaje mientras vuela
para tomar la forma de tu paso por el mundo.
Eres provisional y efímero pero te ves volando
porque el artista levantó sobre la ruina del tiempo en ti
una ciudad para vivir clara y sencillamente en paz y libres.

UN RETRATO FIEL ES ÚNICO

el retrato fiel no se parece
imita al modelo
este ser vivo que deja de posar para tomar un trago

un ser vivo deja de ser modelo para comer algo
relajarse
conversar con el artista
pedir luz indirecta
un espejo donde beber la imitación de sí mismo

no el parecido se adhiere al cristal
este cuerpo desnudo frente a tus ojos danzantes

tus miradas y esta luz convergen aquí
en la orilla exterior del parecido
imagen y modelo
–ella fugaz en la líquida superficie de lo inarticulado
él alza su copa llena de vida que respira ruidosa–
anclados en márgenes opuestas de la palabra que pasa

el río comienza donde fluye la más grande invención
donde el retrato es fiel a la música alada
acicalada
salada y dulce
tierra adentro aquí
mar afuera
mar adentro allá
toda la civilización atenta a la frase
este puente fugaz y sonoro
revelado entre tú y yo
por una luz en la que creemos ciega
inconfesablemente

aunque el retrato nos repita varias veces
–¡no soy aquiles!–
y el modelo haga su pausa habitual entre dos sesiones
–la bata oscura contrasta con sus costados
pide agua
y nos devora con avidez
antes de volver al centro del círculo
donde todos podemos observarlo

este retrato es único por fiel
–¡no soy ella!
dices sin saber su nombre
la mujer del héroe
y sigues bailando
–eres el eje del planeta–
mucho después de que el poema termina


POR QUÉ DEBEN MORIR LAS PALABRAS

Por qué deben morir las palabras cuando cesan
las vibraciones de sus últimas letras en la tarde tranquila
el acomodo de sillones y cacerolas en alguna parte de ti
cuando su resplandor se apaga en la oscuridad de tu corazón
convencido sin embargo de que un silencio azul envuelve el mundo
aunque el día se ensancha a medida que la agitación y el vacío crecen
maduran y adquieren el derecho de existir
una mentira que terminas por creer después de repetirla cada mañana.

Las palabras mueren cuando no las decimos a tiempo
su figura hueca se incorpora al viento sin provocar el menor cambio
el incendio que alguna vez provocaron en la página grita presente en la ceniza
la vegetación marchita llevada por el aire silencioso
y no: el murmullo de lo que espera ser nombrado
en lugar de este recipiente funerario.



CARPETA MINOTAUROS Y SIAMESES DE ANDRÉS VÁZQUEZ GLORIA


MINOTAURO I

Estas líneas que brotan de mi cabeza carecen de palabras para hacerse gratas a tu vista. Desnudas ante el mundo y los hombres, ocultan su naturaleza con las ropas del arte, hábilmente tramadas sin duda, pero inútiles contra la punta que avanza en la noche, revela una presencia bajo el artificio. Las palabras no me impiden adelantarme en la luz hacia ti, oponer a tu naturaleza la discordia de la mía. Pero mis embestidas no consiguen más que palabras: sigues vivo. Y no necesitas palabras para saber que te perseguiré hasta verte en mis astas.

MINOTAURO II

Somos muy diferentes: no busco un espejo en ti, sólo un cuerpo que ensartar, sin rencor, mucho menos odio, miedo; tampoco me das curiosidad. No me invento mitos para tratar de entenderte. Sólo tenemos en común el sueño, ese túnel o puente donde te espero cada noche, oculto en tus propias imposibilidades: me descubres cuando empiezas a soñar. Y algunas veces ha sido tan espantosa la cacería que al despertar olvidas todo, a salvo en tu vigilia tan vanamente prolongada, porque me ves desde que empiezas a hacer bizcos. Pero es demasiado tarde: comienza tu pesadilla y mi fiesta a costa de ti.

MINOTAURO III

Tiene la vaga sensación de ser algo más que aquella discordia que termina por separarlo de todo y de todos los demás. Y a pesar de la infinita soledad que abruma su pecho fragmentado, lo mantiene en pie la levedad alada de aquella intuición. Tanto, que le cuesta trabajo reconocerlo, cimentar su fortaleza en algo tan sutil; de hecho se distingue más por su fuerza que por su actividad intelectual. Y somos nosotros, los que usamos palabras para estar juntos, los equivocados, al confundir el corazón con el alma. Tenemos alma; el minotauro sólo corazón. Sus intuiciones orientan su existencia oscura, incomprensible para nosotros, inexplicable para él mismo, pero real.


SIAMESES I

Nos vinculan sombras, profundidades, estados del ser inexistentes para los otros, los únicos. Entre nosotros la intimidad es propia y compartida a la vez, una parte del cuerpo que ya no le pertenece a uno pero que ya no lo siente, que es del otro contra la evidencia de la continuidad física, y es más intensa que la de los separados cuando se ayuntan, aunque no tanto como las de las madres encinta con el fruto de su vientre, pues de ahí la recibimos. Toda intimidad es divina cuando propicia la vida. Eso nos hace únicos ante el resto, cuando la unicidad nunca fue tan equívoca como aquí. Séanos lícito defender nuestro punto de vista, por justicia y no por misericordia, adecuada para enfermos y vencidos. Y no viene al caso.

SIAMESES II

La gente normal nos define por estar unidos. A nosotros nos gusta hacerlo por la bifurcación, por lo que apunta hacia lo singular y justifica el uso del nombre doble, pese a la consabida imposibilidad de la separación completa. Como quiera que sea, aquí se comprueba que todo ser humano es una isla, si se considera que está comunicado con otros por valles submarinos, además del mundo suspendido en las aguas que por su parte produce la ilusión del aislamiento. Piénsese en las manos de alguien vestido con mangas largas: ¿cabe decir por esto que nada tienen que ver una con otra?, ¿que son ajenas al cráneo que en algún punto entre ambas gesticula y habla, incluso cuando nada dice? Y este es el punto: sabemos que hay aquí dos individuos sin embargo inseparables. Somos un mundo con dos continentes. Uno y su sombra cada cual para el otro.

SIAMESES III

Estar unidos por la cabeza y separados en todo lo demás. Tal vez esta sea la manera más contradictoria en que pueden relacionarse dos personas, porque se unen las partes más ferozmente individualistas. Dos cabezas piensan mejor que una cuando están de acuerdo; una le ahorra a la otra el trabajo de volver a pensar las cosas, y comparten el mejoramiento de lo pensado. Pero si falta ese acuerdo, como en la mayoría de los casos ocurre, cada cabeza vuela en su propio firmamento, aunque los cráneos permanezcan adheridos a la tierra, al polvo que cada uno ve en su hermano, negando con vehemencia su propio vuelo. Considérese que nuestra parte más aérea es justamente la más elevada, el remate de nuestra anatomía. Donde culmina nuestra natural tendencia hacia la libertad. Y quizás este sea el único asunto en el que los demás nada tienen que decir, porque sentirse libre depende de uno mismo.

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