viernes, 7 de junio de 2013

Marco Fonz y Nono de Panópolis en un texto de Mauro Hernández Fuantos

Dibujo de Corina del Carmel



(Dos amigos ermitaños se encuentran de un milenio al otro)


(Nono de Panópolis siendo egipcio también es griego y todavía conoció parte de Asia menor. Sus dos grandes obras, las que llegaron a nosotros, son variantes de otras obras, de ideas de otros autores, Homero y San Juan. Marco Fonz para ser mexicano (me consta su preocupación por la aparente inexistencia de una poética mexicana) se comparte con Latinoamérica, ahora vive en Ecuador. Y no es la única vez en su vida que se ha repatriado. Esto para hablar de sus similitudes.)
(En este libro un Nono expectante (que también es nueve, que también es ermitaño, que también es abuelo, qué también es egipcio, griego, católico copto) se nutre del mundo, de la obra de otros, de él mismo para ser parte del tránsito del gozo/entre dios y hombre. Dispuesto a curtirse para dar su paso hacia el vórtice.)
(Marco, para enfrentarse a la parte de vacío que le tocó, funde la luz de su faro con la de otros eremitas: si algo le gusta es leer, luego el diálogo con sus textos. La crítica consciente después de la inconsciente; después de saborear los sueños, calibrarlos. Sabe bien que nada es nuevo, que todo ya estuvo aquí. El sol también se ha repetido pero nosotros no podemos ni siquiera comprobar que las montañas antes fueron éter.
¿Entonces qué queda? Tomar las partes que podamos comer las que gustan y las que no. Así la poética de las variaciones. Que al admitir la paráfrasis ratifica el diálogo.)

(Hombre, si me escuchas allá afuera
sigue el curso del clima
y come la carne cruda del poema.)

(¿Por qué este poema parece un hombre? Porque vive y dialoga; también llegará a morir. Puede ser uno de esos focos rotos por los otros más torpes; por los otros hombres de la edad que no ven y aplastan como un elefante soberbio.)
(Las grandes ideas, los grandes conocimientos ya están aquí y allá. No se trata de tomar un atajo y usar los caminos allanados. Para ir hacia adelante sólo hay que dejarse llevar. Entender a los maestros es ver la propia radiografía.)

(Si con los épicos reyes comenzamos
tal vez abandonar desde / ya/ la ciudad condal
y seguir la ruta invisible de las caravanas
y darle una buena mordida a la carne de la imaginación.)

(La confrontación de ideas es importante. Marco Fonz no le teme a discutir, a ser influenciado por otros:)

(Si sabes de lo que estoy hablando
retírate un poco más
y si no,
ven,
escuchemos atentamente
lo que nos tenemos que decir:)

(Pero a pocas personas les gusta repetir las cosas; a él no. Se debería entender: ya lo hicieron. Y no es un deber mejorarlo, hacerlo del modo contrario tampoco. Hacer, poiésis. Hacerlo a nuestro modo ¿Pero cuál modo es el nuestro, el individual? ¿”Yo es otro”, y poner un nuevo espejo paralelo? ¡No! mejor vamos hacia todos lados; también hacia dentro y no solamente a las rupturas y las contraposiciones. Para ser un creador imaginativo tenemos que engullir lo anterior. No romperlo ni tirarlo sino conocer, masticar feroces para poder digerirlo y, claro, en algún momento habrá que desechar.)
(El noveno arcano no indica que la iluminación esté próxima, sino todo lo contrario. La búsqueda del ermitaño está lejana y tiene que ver el mundo para estar satisfecho. Lo que desea es su propio río y no las alforjas de los otros viajantes. Porque hay quienes creen en la originalidad pero lo original para ellos es ser lo primero. “Sin venir de ninguna furia en particular/siembran flores con la mirada”. Y quieren engañar al lector con una mala asimilación de las vanguardias: “Nada pateo: no existes”. Así nos dice el poema Hombres de mi edad: (Pequeña biografía de hombres desconocidos).)
(Marco, a diferencia, aprovecha las luciérnagas que ha devorado y a demás es generoso y nos invita de su plato. En este libro se guía con todos sus amuletos. Aunque llega a la médula, sabe que es carne y es el río. Todo importa; ningún color está de más; no hay hologramas que jueguen a morder los tímpanos ni los párpados. Si las imágenes nos parecen herméticas será por llevar en las manos la arena de países distintos. Pero, aún sin todas las lecturas pertinentes, el mecanismo, el laberinto se disfruta. Lo aparentemente inconexo funciona. Como las adivinaciones del buen tarotista, son pronósticos tirados al inconsciente para llegar a pensar en infinitivo.)

(Si es así
una fogata hay que hacer para seguir el ejemplo de las luciérnagas eternas.
Un hombre las cazaba y las metía en su boca
y era un hombre alumbrado y cruel
pero en su momento dio vida.)






(Mauro Hernandez Fuantos)

domingo, 6 de enero de 2013

El rezo del mestizo/ poema de Marco Fonz/ texto de Santiago Vizcaíno

Un texto que escribió Santiago Vizcaíno para el poema El rezo del mestizo publicado por Entretejas Editorial, Comitán, Chiapas 2012. Rezo del mestizo o la experiencia del buen salvaje Por Santiago Vizcaíno Ya Antonio Cornejo Polar nos advertía del uso de categorías tomadas de otras ciencias para definir el complejo fenómeno cultural latinoamericano. Así, el término “mestizaje” ha funcionado como una metáfora para enmascarar los conflictivos espacios de convivencia de nuestras sociedades. Esa “mixtura de dos razas”, en su acepción más general, intenta armonizar un vasto y brutal proceso de colonización. Pero lo que se realiza, en el fondo, es un ejercicio de traducción: la lengua española designa “mestizo” o “híbrido” a un referente que se le pierde, como también dice fantástico o maravilloso. Cuando lo que debería interesar es el referente, que no admite metáforas. Un referente cuya particularidad esencial es la escisión está siempre basculando entre dos campos que a su vez se multiplican. En el caso del mestizo está, por un lado, su raíz española y, por otro, su raíz indígena. Digo primero su raíz española porque el proyecto de dominación ha empezado por allí: una necesidad casi obsesiva de ocultamiento de lo otro, es decir, de la parte indígena. El conflicto del mestizo ha sido de encubrimiento, y quizá dos de los mejores ejemplos son Guamán Poma de Ayala y el Inca Garcilaso. El arte en América Latina se preocupó más durante la primera mitad del siglo XX, y con justa razón, por mostrarnos el drama indígena, quizá tratando de lavar su propia culpa, es decir la de haber nacido mestizo. Porque el drama mayor del ser latinoamericano es un sentido de culpa gratuito, casi neonato, de no ser ni lo uno ni lo otro. Los que intentan juntar las dos esferas armoniosamente no son más que acomplejados optimistas. No es sino en la segunda mitad del siglo XX cuando el complejo mundo del mestizo empieza asimilarse dentro del arte, y en particular dentro de la literatura. Así nace, por ejemplo, el arte neobarroco que conceptualizarían Lezama y Sarduy y que en estas esferas sigue dando de qué hablar y de qué discutir. Y, por último, de qué escribir. Toda esta perorata histórico-cultural no me sirve más que para presentar un extenso poema que asimila, con gran virtud, este conflicto. Rezo del mestizo del mexicano Marco Fonz es una búsqueda de ese otro encubierto, o al menos un intento por atravesar el umbral del silencio. Cuando los misioneros llegaron a América para impostarnos esa religión de bárbaros que es el cristianismo, observaron que el rito tribual tenía como eje el rezo, a falta de mejor nombre, porque es un fenómeno a todas la culturas; Levis Strauss no va dejarme mentir. Entonces, habrán dicho rezo u oración o comunión con sus dioses desde sus propios referentes, es decir, los de la Iglesia Católica de finales de la Edad media. Así, ese ejercicio teológico propio del indígena se traduce como rezo. Y rezo del mestizo no será si no una doble metáfora, más bien un pleonasmo metafórico intraducible, porque ya es un compuesto de traducciones. Dice Jeremías Marquines, en el Prefacio de esta plaquette, que Rezo del mestizo “es un clamor de la orfandad ontológica”. En efecto, el yo poético de este poema participa de un ritual de iniciación, o más bien, de un ritual de renunciamiento: “Déjame entrar: /traigo aquí todo mi cuerpo. / Mis lágrimas son de cera para alumbrar la luz en donde somos sombras”. El referente que tenemos nosotros en la cultura andina es la ceremonia del ayahuasca, a la que acuden no pocos mestizos y no menos gringos alentados por William Burroughs. Pero de esa experiencia solo han llegado hasta mí poemas malísimos donde prima lo folclórico metafísico por sobre la transmisión, tamizada por lenguaje, de la experiencia misma. No es el caso, por supuesto de Rezo del mestizo, de Marco Fonz, donde su amplia experiencia poética le ha permitido concebir un texto que se teje en el umbral mismo del mestizaje, es decir en la delgada o invisible línea donde renunciamos al cuerpo concebido desde lo occidental para entrar en una zona desconocida, y hasta fundamentalista, donde el mestizo no es bien recibido: “Salí espantado del día / nadie dijo nada / solo miran mi cuerpo / que se arrastra con lástima”. En realidad el rezo del mestizo es una petición desesperada frente a la orfandad, pero no ha olvidado su raíz latina, es decir, la de recitar. Aun cuando la intención del ser está atravesada por una metafísica, el rezo mestizo usa al lenguaje como mecanismo de esa disolución del cuerpo: “Porque el olvido no hizo nada en mi recuerdo /todo aquí entre mis brazos lo guardo. /Junté mis manos así como la brasa /así como ellos junté mis pies /y vi naces de lo profundo de mi ombligo / un sol pequeño que hablaba”. Como en el cuento de Kafka, Ante la ley, el yo se encuentra a su vez frente a un consejo que parece supervisar el rito de iniciación: “Y el consejo se juntó / y veía aquello como maravilla / veía yo mismo como maravilla”. Rito, por lo demás, en que el mestizo se enfrenta con su racionalidad. Lo que le impide cruzar el umbral está, precisamente, arraigado en la conciencia de su cuerpo y su razón. En Rezo del mestizo hay un continuo debate ontológico, una búsqueda de comunión con aquella parte del ser -que se ha subyugado desde la racionalidad - y con ese otro desconocido: “Hablaba entonces y dije: Hermano. / Pero yo no lo era aunque quería”. A través de continuas alusiones a la liturgia maya, al Popol Vuh y al Chilam Balam de Chumayel, Marco Fonz hace de este texto una original oración de la experiencia trascendental del encuentro con la naturaleza: “Ve tú, Cinco Conejo. Dije entonces: / Ve tú, Tejón de Aire, acompáñalos. / Ve tú, Corazón de Hormiga. / Ve tú, Camino”. El yo poético habla con el agua, persigue el movimiento del río, olvida los temores de la muerte y el sexo mismo se mantiene contento. Porque ya no hay vergüenza de la carne. En ese sentido, es un proceso de animalización, es decir, de abandono de lo humano: “Traigo todo mi cuerpo: / la arena traigo para la piel del agua, / la lluvia traigo para el maíz, traigo el canto para el gallo. Traigo todo yo de mí”. En la ofrenda, el poema encuentra su mayor carga simbólica, quizá porque el yo se va despojando de los signos propios de la corporeidad racional. Así, el texto se encumbra en el instante en el que ser se inmola y la oración se eleva para manifestar la renuncia: “Aquí traigo mis pelos / mi señor de los desiertos / mi señor de los bosques / aquí traigo mis dientes / mi señor de los mares / mi señor del cielo /aquí traigo mis uñas / mi señor de la tierra / mi señor de la espera / aquí traigo mis huesos / mi señor de la luz pequeña / mi señor de la estrella /aquí traigo mi corazón / mi señor de lo rojo / mi señor del año / mi señor del esqueleto amor”. Sin embargo, no es solo renuncia, ofrenda, sino también encuentro, experiencia espiritual de completitud: “Aprendí a usar las piernas / a quemar la madera / a pulir los metales. / Aprendí”. Por eso quizá el texto decae en el tono y en el ritmo hacia el final, donde entrevemos la disolución, el cruce del umbral del mestizaje, y apenas asistimos a la nostalgia del cuerpo abandonado: “Vagando entonces el cuerpo anda / sin mí / sin consejo / solo por los terrenos /con el susto de hombre con el espanto de cara / va / a donde dolor aullado es / va / a donde sombra vacía es”. Rezo del mestizo es un texto que se sostiene, que logra sobrepasar la experiencia trascendental y producir una maquinaria textual cuyo valor simbólico reposa no en la comunión con lo indígena, sino en el conflicto del mestizo, en la metáfora del intermedio. El rezo, por ello, no es ni indio ni blanco, si que se encuentra en una zona arreferencial, imposible, por ello usa la poesía como mecanismo, porque el germen de la poesía es, sin duda, lo imposible.

domingo, 29 de julio de 2012

Casasses/ Dos poemas

América Que no, que no hay nada que hacer, somos hijos de América, hijos de la papa, hijos de la tomata, del médico santo enfermo que cura y mata la histeria triste y la tristeza histérica a fin de encender música hemisférica dos veces, para que llueva plata sobre el público de cada sonata, el mercurio vivo de la vida no genérica sino para mí la pura calma endémica, para ti la pura fuerza cenital, para él la inspiración esquizofrénica, mi gallito entero para ella aquí tal cual, para los demás la pena con sabor a arsénico en la punta de la lengua genital. Europa La santa ícona griega de los hijos eslavos del palestino crucificado, santa virgen itálica de los hijos normandos del palestino crucificado, me habeis horadado las manos y pies, me habeis horadado las muñecas y los tobillos, me han picado el pecho con un punzón... Ey, dios, ¿por qué te hiciste carne en mí, y carne de mujer? Yo no he matado nunca ningún indio, no he comprado ningún negro, las guerras africanas y cubanas y la del opio me han partido la vida por la mitad, me han echado a perder el vino, han enloquecido a mis perros, he padecido la sífilis, se me está muriendo la mujer, la mujer me mata, oh europa mía, santa heroína, labio partido, cuerpo lleno de moretones, me matarás, me matarás una vez más, y pasearé pasearé entre zarzales muertos de sed estas llagas y este agujero tuyo oh danza negra de los brasileños ay magdalena de los balcanes oh peste santa inmaculada por nacimiento y antes incluso y siempre más, por tantos días, bajo tantas nubes seré eslavo tu eslavo y tu eslavo.

domingo, 6 de mayo de 2012

Carlos Edmundo de Ory: No leer, peligro de vida

No leer, peligro de vida ¿Cómo nos comprometemos hoy? Teniendo coherencia. Nietzsche, El ocaso de los ídolos De un sospechoso Brillaba la luna. Le fue instintivo arrojar su cuerpo a la intemperie. Subiendo y bajando cerros. A veces, se agacha. En ocasiones desaparece. Árboles allí. Todo es penumbra en los matorrales. La noche siempre ha sido su escuela. Poder sentirse completamente solo, respirando aire puro. Había una garita a una cierta distancia. La tranquilidad fue violada por un disparo. ¡Alto ahí! ¿Quién va?... Caminar no de puntillas no es lo suyo. No tiene oídos para la salva. Ahora avanza hacia los confines, cuyos nexos vibran todos armoniosamente. Ni sintió la presencia del centinela. Con grandes gestos de loco se perdió en la noche. Extraños perfiles corrían a la zaga del fugitivo. Esfuerzo vano. Militares continúan al acecho. Ya se discute la procedencia y el presunto rumbo. Ya se toman precauciones. Tipos de la misma calaña acaso merodean. La línea está vigilada. Una red de soldados sobre la base de 24 horas por día, equipada de radares, telescopios, cámaras de perseguimiento, radioteléfonos portátiles y otros instrumentos. ¿Por qué no se le detuvo a tiempo? Severas instrucciones a la ronda. Cambios de consigna. Alguien dijo que era la sombra de un pájaro grande. En realidad ia bostezando. No llevaba pasaporte ni documento nacional de identidad. Nadie supo (el capitán tampoco) si se trataba de un sujeto peligroso. Hubiera podido ser gente bien. Un segador de una fiesta. ¡No! Hay alambradas a lo largo del puesto fronterizo. Atalayas. Siguen mirando todas las direcciones. Buscan terroristas. Miriadas de terroristas tránsfugas se esconden en el maquis. Son fabricados en hornos ocultos. De la palabra poeta Los burgueses tildan a los poetas de lunáticos. Es la mofa clásica. Sucesivamente, las recriminaciones toman forma de vocablos y epítetos en magistrales variantes. Abrimos un diccionario y leemos: poeta. m. El que hace versos. (¿Un simple versificador?) Buscamos después a verso, y nos encontramos con esto: Palabra o conjunto de palabras sujetas a cierta medida y cadencia (y lo contrario de prosa). Estamos entendidos. Aunque, de paso, echamos un ojo a la palabra poesía. Inútil saber la verdad. Cerramos el Casares y lo metemos en el frigorífico. Como la palabra latina poeta viene de poesis y deriva del griego poiein, se olvidó el significado exacto de la lejana etimología egea, que definió el poeta, la palabra poeta como siendo aquel que hace. Es decir, que crea o que cría. En suma: creador. Y esta peculiaridad del genus homo, convierte a uno en genius. Prodigio de prodigalidad. Se vio en su modelo el dilapidador de la grandeza y el gran destino. Tuvo su época en los tiempos románticos. Hoy ya se le ha llegado a desmitificar. Oí a un médico francés, el doctor Tomatis que pronunciaba una conferencia sobre la creatividad de los niños, y parando mientes en los artistas, dijo esto: “Nadie es genial. No existe ningún genio”. Explicó, a continuación, que hay solamente personas que sienten y otras personas capaces de traducir. La fuente, después de todo, reside en el universo. Captar ondas universales es lo que hacen algunos, y pueden recibirlas los demás. Tuvo un ejemplo divertido: “No hay que cometer el error que cometería un transistor que se golpease el pecho diciendo: “Soy Radio París”. Lo conduciríais en seguida al siquiatra...”. También somos, a veces, transistores de percepción. Pero hay que enchufar primero. De dos clases de tías Criaturas hambrientas, metidas en sus cuartos, con ganas de ulular como lobos. Así va la muchachada. Las versiones más grotescas asaltan a uno cuando piensa en su destino. Basta recordar, aunque sólo sea, aquel párrafo aleccionador que leímos un día: “Supongamos que alguien escribe un poema, esto es ser creativo en nuestro nivel. Instantáneamente una nube de langostas, tías y tíos, dice: “Si este niño se inclina por el trabajo creador, hay que destruirlo. Debemos poner fin a esta insensatez”. Si este niño tiene una tía buena que se da cuenta que ha hecho algo más que lo que comúnmente hace su familia, esta tía es preservadora”. Hasta el momento no se pudo saber si hubo excepciones a la regla. No quitan ojo de encima del perezoso vástago. Por miedo a las fugas cuando explota. Se va a los montes. Se va a la playa incluso en invierno. Se va. O si no es así, pues se queda todo el día en la cama. ¿Qué se ha creído? Como si tuviera en la frente el letrero que reza: Lo mío es el sagrado deber del ocio. Además, los libros que lee tienen las líneas irregulares. Debería levantarse y trabajar. He aquí que la tía hipotética interviene:-Algo estará gestándose en su espíritu. (Al oírla el muchacho sonríe con una ternura infinita.) se sienta en la cama, el rostro pálido, y murmura: “He leído en el diario de Emerson que cuando estaba en Saint Augustine se pasaba horas en la playa dándole a una naranja con un bastón de paseo”. (Van Wyck Brooks, Las opiniones de Oliver Allston). De Nazim Hikmet hace poco leí las cartas que escribió en la prisión, presentadas por Abidine Dino. Es, verdaderamente, un poeta universal. Luchó y amó como nadie. Era hijo de la libertad, aunque pasó media vida en la cárcel y en el exilio. Sufrió por su pueblo. Se inquietaba de continuo por los camaradas y todos los doloridos del mundo. La futura cosecha de jóvenes creadores era su preocupación diaria. Cartas desbordantes de generosidad. Tiene entre ceja y ceja el ideal del arte como una aventura colectiva. De ahí arranca su concepción poética. Su influencia es inmensa. Jóvenes turcos someten a su magisterio novelas y poemas. Con frecuencia se vuelca en vítores de entusiasmo, empleando el “elogio hiperbólico”, a guisa de “método pedagógico”. Se nos advierte, por otra parte, del hecho normal, al menos en Oriente, de “esta forma excesiva de estímulo”. A pesar de sus méritos, conlleva ciertos inconvenientes. A saber: la posibilidad de un mentís ulterior. Saltar de la alegría desmesurada a la visa del menor signo de talento, supone un optimismo increible. Ayudar y dar a conocer contra viento y marea a compañeros de prisión que crean, ese es su propósito. ¿Acaso la fraternidad apasionada no justifica “estas manifestaciones de indulgencia extrema”? Homenaje le sea rendido al idealista sincero y esperanzado. De mí Más allá de todo justiprecio, de toda crítica pedantesca, reconocemos la primacía de la complicidad. Un mismo impulso colectivo crea una normal fraternidad activa y coreuta de todo lo que entra en su juego. Por mor de la simpatía se llega a una concientización mayor de la urgencia real de uniones para la transformación meliorativa del mundo en el que estamos. No hay liderato ni tutor espiritual, sino el avalúo favorable de lo semejante en sus niveles constitutivos. No sólo damos crédito a la adolescentización del pensamiento, y a la lactancia del pensamiento, cuando obran plenamente, sino que nos oponemos a su desmadre. Jamás obstruir la marginación, bajo ningún pretexto. Sentirse hijos de la misma locura, realiza a maravilla el consensus omnium. Un tal egrégores irradia la simpatía recíproca de los participantes. ¿Qué decir de mí? Si no que fui lector sedente de algunos poetas ubicados en Barcelona, y que se reúnen en libro colectivo. Tengo que serlo, no ya sólo por deseo de ellos, mas por mi misma afición y búsqueda. Me presto a la tarea con evidente alegría. Ellos mi inspiran parábolas. Me acuerdo de mis veinte años, encerrado en mi cuarto escribiendo poemas que nadie leía. ¡Qué importaba eso! Si yo, en cambio, tenía oídos para escucharme a mí, rodeado de respetuoso silencio. De la sociedad jerarquizada Hace tiempo que aprendimos la elegancia de decir NO. Impedir que el statu quo cristalice nuestras substancias. De este modo creció en nosotros la cultura rebelde. Hasta el más cortés gesto de intimación fallaba en sus tentativas. Nos hacía recular la estrategia blanda de la mano sobre el hombro y los pellizcos en la mejilla. Mudos revelamos nuestra repugnancia hacia los bellos modos paternalistas. De ahí el abismo que nos separa de la Kultur oficial, dogmática y utilitarista. Combatir los ajustes y sujeciones perpetrados por los monopolios de la conciencia, nos condujo pronto a sumarnos a los rompefilas de la contracultura. En los grupos y movimientos de expresión libre, encontramos albergue y solaz. Y si los bajos fondos literarios nos infunden respeto es porque el delincuente artístico carece de existencia legal. Los que vivimos fantaseando “otra vida”, confesamos nuestro fervor al nexo de la Gran Negación, congregando entidades colectivas del orden de la emoción y de la sensibilidad. Una religio del “ser viviente”, en tanto que tal, el hombre por entero, frente al enigma, tras valores humanos que contradigan la ilusión de óptica de las realidades definidas. Lejos del teatro de la decadencia y de sus comediantes, prestamos oídos a todos los anuncios de un nuevo ethos. De la hegemonía cultural Se oye decir a menudo que la poesía no se vende. Lo afirman los propios editores que la prohijan. Y de ello se conduelen en presencia de los muchos solicitadores. Sin embargo, colecciones de poesía muestran sus pastas flamantes en las librerías. Normalmente, una profusión de analectas liquida sus stocks, gracias a la buena clientela. En el consumo cultural no sólo medra la planta antológica. Prudentemente apilados sobre anaqueles, docenas de ejemplares de autor consagrado, ven disminuir su volumen. Así, los víveres que-no-se-venden abren el apetito incomprensiblemente. No necesitan del “boom” prefabricado. Los mass media garantizan. Todos los premionobel son alucinógenos de la cultura oficial. El último laureado, antes ignoto, se convierte en sabroso mordisco, aunque en sus años oscuros haya sido friegaplatos. De súbito, tenemos “best-sellers” de poesía. En el otro extremo, fuera ya del circuito comercial y de la crítica beata, se encuentran los parias literarios. La inmensa mayoría jóvenes. Esta especie desconocida por anónima, un buen día, se echa a la calle por su cuenta y riesgo. Sacan sus libros después de rascarse el bolsillo. De los parias creativos Su combatividad resuelve, tarde o temprano, las ansias de vuelo. Se hacen visibles, sin rebozo. Brotan desde la niebla de los bajos fondos creadores. Es ahí donde pulula la raza maldita de la sensibilidad. Tan sólo unos pocos explotan en libre albedrío de vida, lanzándose a la intemperie. Aquellos que restan callados en sus guaridas, tampoco sucumben a la somnolencia. Al contrario, sus brutales silencios arropan actividades secretas. Licenciados voluntarios de a sociedad alienante, consagran sus horas a las visiones. Su soledad -morbo o droga- está poblada de infiernos y de paraísos personales. Son los espacios inviolados donde poder sufrir o gozar a gusto sin testigos. Individuos aislados, la fuerza de sus obsesiones les apartó de la grey. Sucer la substantifique moell. Angustias, nostalgias, complejos de Alicia, acaban configurando un orbe auténtico. Sangre y ninfas invertidas en hecho oculto. Ni tan siquiera se dan cuenta de la levadura que secretan. Con verdad pudo decir de ellos Nathalie Sarraute, que sus obras apuntan a un porvenir de emancipación y progreso. Porque estos productivos solitarios “buscan liberarse de todo lo que es impuesto, convencional y muerto, para orientarse hacia lo que es libre, sincero y vivo” (L' Ère du soupçon). ¿Cómo localizarlos en las urbes moribundas a fin de compartir con ellos lágrimas y risas? Carlos Edmundo de Ory Amiens, octubre de 1978

viernes, 4 de mayo de 2012

Del blog de Iliana Vargas sobre Guadalupe Dueñas: Para no perder el nombre

Para no perder el nombre: Guadalupe Dueñas El siguiente texto es una presentación que debía publicarse en una plaquette/homenaje a Guadalupe Dueñas; sin embargo, por no cumplir con los tonos institucionales, no se incluyó. Comparto también un breve texto que en su momento apareció publicado en la Revista de Bellas Artes, en el que, de manera soslayada pero ácida, la autora hace una reflexión crítica y atinada sobre el entreguismo de ciertos escritores. Guadalupe Dueñas fue narradora, guionista de telenovelas, ensayista y colaboradora de algunas revistas literarias, particularmente de Ábside, la primera en publicar uno de los textos que conformaría, en 1954, Las ratas y otros cuentos, plaquette con la que se daría a conocer como narradora de una visión muy particular, “extraña” para la mayoría de sus contemporáneos. A partir de ese momento, Guadalupe Dueñas empezó a vislumbrar un universo poco explorado por otros escritores de la literatura mexicana contemporánea, específicamente de mediados del siglo XX: los temas tratados por esta autora abrevan del humor negro, la ironía, la crítica incisiva, el horror y elementos muy particulares de la literatura fantástica, sobre todo, la trasgresión de lo sobrenatural a través de animales o personajes con los que se convive a diario pero que no suelen tenerse en cuenta o a la vista. Dueñas construyó su propio panorama creativo a la par de otros proyectos curiosamente relacionados con la labor literaria: bajo la producción de Ernesto Alonso, realizó cerca de 50 guiones para telenovelas; entre las consideradas de “mayor rating” se encuentran Leyendas de México (1968); Carlota y Maximiliano (1965); La máscara del ángel (1964); y Las momias de Guanajuato (1962), esta última basada en el cuento “Guía de la muerte” de la propia Guadalupe Dueñas y en cuya adaptación trabajó a lado de Inés Arredondo, Vicente Leñero y Miguel Sabido como co-guionistas. “Guía de la muerte” había sido publicado en 1958 como parte de Tiene la noche un árbol, con el cual obtuvo el Premio José María Vigil 1959. Poco después, entre 1961 y 1962, fue becaria del Centro Mexicano de Escritores; sin embargo, transcurrieron catorce años para que apareciera su siguiente libro, No moriré del todo (1972), en el que los tonos irónicos y la atracción por lo insólito, lo terrible y una introspección angustiante determinaron la voz narrativa de la autora. Esta fuerza en su escritura se vio enriquecida años después por la explotación de lo atmosférico en los cuentos que conformarían su último libro publicado, esta vez casi veinte años después que el anterior, y en cuyo título se adivina una sentencia: Antes del silencio, donde se hace presente más que en los libros anteriores, el espíritu lírico de Guadalupe Dueñas trasladado a una prosa pululante de imágenes oníricas, apariciones, juegos en donde es difícil determinar el umbral que se cierra cuando el sueño acaba. Además de su obra narrativa, Guadalupe Dueñas escribió una serie de breves ensayos dedicados a diversos personajes de la vida cultural en México. Se trata del libro Imaginaciones, que, como el título afirma, es eso, un ejercicio a la manera de Vidas imaginarias de Marcel Schowb, en este caso basado en algunos rasgos característicos de autores que interesaban a Dueñas. La única antología en la que participó fue Pasos en la escalera. La extraña visita. Girándula, un libro colectivo publicado por Porrúa en 1972, donde se proponía el desarrollo de tres cuentos con los mismos títulos por parte de las autoras incluidas: Carmen Andrade, Beatriz Castillo, Guadalupe Dueñas, Margarita López Portillo, Mercedes Manero, Ángeles Mendieta y Ester Ortuño, cuyos textos iban acompañados de dibujos originales de Elvira Gascón. El material que se reúne en esta plaquette sirva para conocer, de manera somera, el espíritu de esta narradora de lo fantástico que, tras diez años de su muerte, nos visita con la intención de recordarnos que la literatura mexicana tiene una identidad que está más allá de los elogios y la condescendencia entre escritores, de las cuestiones de género, de las imposiciones de estilos que están a la moda: la literatura mexicana contemporánea tiene algunos autores que han escapado de la farándula para preocuparse por escribir. Yo vendí mi nombre | Guadalupe Dueñas Como algunos venden su alma y otros venden su cuerpo y otros más su sombra y hay quienes venden pájaros, yo vendí mi nombre. Consta de cinco letras. Es un nombre pequeño y un apellido muy largo, que en tiempo no remoto, alcanzó fama y pudo cotizarse como alta moneda. Apareció junto a plumas reconocidas y estuvo precedido por títulos de sabios y pro-hombres. El misterio de su ampulosidad no viene a cuento. Baste saber que conservo en oro sus iniciales y que existen aulas y bibliotecas bautizadas con mi nombre. Grabado estuvo en universidades, y no faltaron editores que lo adoptaron por bandera izándola en las cúpulas. Otros muchos esculpiéronle en muros y portadas. Entretejían las mayúsculas con hilos de plata y sombreaban las vocales con acerinas y esmalte. Convirtióse en símbolo, en aleluya, en buen agüero, en triunfo y en sonido glorioso. En ese entonces, periódicos y revistas nacionales y extranjeras, se atropellaban por consignarlo, por encabezar sus columnas con los augustos rasgos de mi pertenencia. Los lectores enrojecían de emoción al hallarlo en enciclopedias, en semblanzas, en biografías y en números antológicos destinados a la eternidad, y aun en reseñas de modas. El mundo lo alquilaba sin reparar en el precio. Avanzó en popularidad como los mitos que la credulidad agranda. Adorno fue de la palabra; labios encumbrados lo envidiaban, hasta que un día, un desdichado día, empezó a apagarse con la prisa de las luciérnagas que dejan en sombra el paraje de la noche más obscura. Restos de su gloria quedaron atrapados en artículos de segunda. Revistas no informadas retuvieron los jirones alfabéticos, los caracteres degradados, las letras que al transcurrir del tiempo perdían equilibrio como los epitafios de las tumbas olvidadas por los deudos. Las vocales disparáronse a manera de luces pirotécnicas. Fue el comienzo de una tortura mortal. La mengua reducía el nombre cada vez más y más. Aparecía distorsionado o con letrilla microscópica del todo indistinguible. Nadie exigía las bélicas mayúsculas de trazo gótico, nadie extrañaba las alas de cuervo que rubricaron el nombre caído en desdicha, sucio de polvo como corcel abatido y sin dueño. La adversidad propició el desacato de escribir las iniciales cuando se habla del D.F. Los letreros fueron empalideciendo. Las publicaciones que ostentaron escandalosos ribetes con gualdas, suprimieron las gárgolas y los arabescos hasta que las consonantes danzaron derrengadas y sonámbulas. Con frecuencia fallaban letras o aparecían tan borrosas como si un designio infernal se anticipara a su cancelación. El calvario se agrava. Ahora, antes de que amanezca, me dirijo anhelante al primer puesto, al vendedor más cercano, al gacetillero, al pepenador de desechos, para revisar meticulosamente cada publicación y comprobar si aún figura mi nombre aunque sea en el directorio; con mano temblorosa y ávida, abro las páginas, los dedos se me hacen huéspedes, con esfuerzo olvido el llanto que me causa ver en algún rincón mi nombre de pila o la inicial perdida del apelativo que ya nadie reconoce. Confidencias afanosas o malignas me hacen saber que las directivas tratan el conflicto de suprimir el nombre que se les ha quedado fijo como una alcayata. Sé que quienes votan por el aniquilamiento, encuentran tibia persistencia en románticos añorantes de la firma que no tienen valor para desterrar de su paginario. Un pudor no exento de amargura me hace cavilar en la manera de liberarlos a todos de la pesantez del nombre cuyas letras cadavéricas encenizan sus revistas. He llegado a sentir agradecimiento cuando alguien lo suprime sin ceremonias. Insoportable es irse muriendo a pedazos, mejor dicho a letras; un puntillo hoy y un acento mañana; ahora el rasgo de la T no aparece; más adelante el diéresis y luego la R y la M y aun la Y, que es tan poco socorrida en nuestro idioma. Lo capto todo. La fisura de mis tímpanos recoge las murmuraciones y a pesar de núbiles cataratas que entresolan mis pupilas, adivino el desdén y las muecas de repudio. Con las yemas de mis dedos palpo negativas y razones. En la rajadura de mis labios y en mi lengua reseca sopla el aire salado que dispersa mi nombre. Padezco comentarios y juicios sin poder darme a la fuga. “Dicen que ya no escribe, que está ciega”. ¡Bah! –“Estar ciego es estar muerto”. Se desentienden de mi presencia. A veces rampo, me agazapo, ruedo, me deslizo, hasta las redacciones donde otrora pidieron de rodillas mi colaboración eterna. Los amigos de antaño ya no me conocen. Han ensordecido en el ruido de nueces de los manejadores de frases. Un terror supersticioso me invade, un terror ajeno a vanidades y a esperanzas: la certidumbre de que en cuanto la última letra se esfume y el punto final se diluya sobre el papel como una lágrima, mi vida, frágil e inútil vida, será un renglón en blanco como el de los presuntuosos de ayer que ignoran su anonimato, aunque su engreimiento es sólo corrupción aprisionada en una fosa.

jueves, 15 de marzo de 2012

Sergio Pitol/ Sus buenos raros

Los raros
de Sergio Pitol Demeneghi, el Lunes, 14 de marzo de 2011 a la(s) 13:01 ·


También los raros. Los "raros", como los nombró Darío, o "excéntricos", como son ahora conocidos, aparecen en la literatura como una planta resplandeciente en las tierras baldías o un discurso provocador, disparatado y rebosante de alegría en medio de una cena desabrida y una conversación desganada. Los libros de los "raros" son imprescindibles, gracias a ellos, a su valentía de acometer retos difíciles que los escritores normales nunca se atreverían. Son los pocos autores que hacen de la escritura una celebración.

Sus colegas, los más ceñudos, los más virulentos, los que conciben que el mayor prestigio de una obra se mide por las tantas medallas que los poderosos hayan puesto en sus pechos, jamás podrán verlos con buenos ojos. Es más, los detestan. Cuando en alguna ocasión oyen o leen un elogio sobre ellos se descomponen, utilizan un lenguaje cuartelario, injurioso y procaz que no se concilia con su ordinaria dignidad. Los ademanes, gestos y sonrisas con que por lo general administran cuando se mueven en sus salones se transforman en muecas monstruosas. Al grado que algunos hayan sido transportados a un hospital, o a una clínica psiquiátrica, y aun allí, atados en un lecho, con voz sofocada, se las componen para informarle al doctor o a las enfermeras de que aquellos que pasan por escritores y a quienes califican de excéntricos eran sólo unos seres chapuceros, simuladores y embusteros, hasta que, agotados, hacen una tregua procurada por unas pastillas de varios colores o una inyección intravenosa, y al despertar del sedante, con voz baja, fatigada, mortecina, continúan su diatriba, justificando que su cólera no la dirigía tanto a esos mamarrachos petulantes y farsantes, que no son nada, como a los editores que publicaban esa escoria, o a los críticos de los suplementos y revistas culturales que los rodeaban de una publicidad nefasta y, sobre todo, a los lectores que se dejaban manipular por los anteriores como meras marionetas.

El tiempo, como siempre, se encarga de ordenarlo todo. Seguramente debe de haber existido excéntricos que creyeran ser escritores geniales cuando sólo fueron pobres grafómanos sin cultura, imaginación, intuición lingüística, o simplemente mentecatos y hasta dementes. No pasarían a la historia, y nadie los reivindicaría. En cambio los sobrevivientes se convertían en clásicos, sin enemigos, se transformaban en personas respetables. Pero los que están vivos y comienzan a ser conocidos chocarán con un pelotón de fiscales e inquisidores.

Yo adoro a los excéntricos. Los he detectado desde la adolescencia y desde entonces son mis compañeros. Hay algunas literaturas en donde abundan: la inglesa, la irlandesa, la rusa, la polaca, también la hispanoamericana. En sus novelas todos los protagonistas son excéntricos como lo son sus autores. Laurence Sterne, William Beckford, Jonathan Swift, Nicolai Gogol, Tomasso Landolfi, Carlo Emilio Gadda, Witold Gombrowicz, Bruno Schulz, Stanislaw Witkiewicz, Franz Kafka, Ronald Firbank, Samuel Beckett, Ramón del Valle-Inclán, Virgilio Piñera, Thomas Bernhard, Augusto Monterroso, Flann OņBrien, Raymond Roussel, Marcel Schwob, Mario Bellatin, César Aira, Enrique Vila-Matas son excéntricos ejemplares, como todos y cada uno de los personajes que habitan sus libros, y por ende las historias son diferentes de las de los demás. Hay autores que sin ser del todo "raros" enriquecieron su obra por la participación de un abundante elenco de personajes excéntricos: bufonescos o trágicos, demoníacos o angelicales, geniales o imbéciles, al fin y al cabo casi siempre todos "inocentes".

Los "raros" y familias anexas terminan por liberarse de las inconveniencias del entorno. La vulgaridad, la torpeza, los caprichos de la moda, las exigencias del Poder y las masas no los tocan, o al menos no demasiado y de cualquier manera no les importa. La visión del mundo es diferente a la de todos; la parodia es por lo general su forma de escritura. La especie no se caracteriza sólo por actitudes de negación, sino que sus miembros han desarrollado cualidades notables, conocen amplísimas zonas del saber y las organizan de manera extremadamente original. Hay un abismo entre el escritor excéntrico y el vanguardista. Existe una diferencia notable entre la obra de Tristan Tzara, Filippo Marinetti y André Breton y los relatos de Gogol, Bruno Schulz y César Aira, por ejemplo. Las primeras tres son de vanguardia, las segundas corresponden a una literatura muy novedosa en su tiempo por su rareza. El vanguardista forma grupo, lucha por desbancar del canon a los escritores que le precedieron por considerar que sus procedimientos literarios y el manejo del lenguaje son ya obsoletos, y que su obra, la de ellos, dadaístas, futuristas, expresionistas, surrealistas, es la única y verdaderamente válida. Consideran que el paso adelante ha iluminado la escritura de su idioma, o aun fuera de las fronteras, depurando al canon de los autores que ellos desdeñan. Racionalizan, discrepan, crean teorías, firman manifiestos, emprenden combates con la literatura del pasado y también con la contemporánea que no se acerque a la suya. Por lo general eso no les sucede a los excéntricos. Ellos no se proponen programas ni estrategias, y en cambio son reacios a formar grupúsculos. Están dispersos en el universo casi siempre sin siquiera conocerse. Es de nuevo un grupo sin grupo. Escriben de la única manera que les exige su instinto. El canon no les estorba ni tratan de transformarlo. Su mundo es único, y de ahí que la forma y el tema sean diferentes. Las vanguardias tienden a ser ásperas, severas, moralistas; pueden proclamar el desorden, pero al mismo tiempo convierten ese desorden en algo programático. Les encantan los juicios; son fiscales; expulsar de cuando en cuando a un miembro es considerado como un triunfo. Excluyen el placer. Al combatir contra el pasado o a un presente que repelen su escritura se carga de pésimos humores. En cambio, la escritura de un excéntrico casi siempre está bendecida por el humor, aunque sea negro.

Algunos de los raros han conocido en vida fama, gloria, homenajes, premios, todas las variantes del prestigio, al final de sus vidas; otros no conocieron nada de eso, pero aun después de morir han dejado una pequeña grey disuelta en el mundo, que le seguirá siendo fiel y que tal vez sea feliz de saberse tan pocos para reverenciar a aquella deidad casi desconocida. En fin, un escritor excéntrico es capaz de marcarle la vida de varias maneras a los lectores para quienes, casi sin darse cuenta, definitivamente escribía.


De El mago de Viena, Editorial Pre-textos,
col. Narrativa contemporánea

viernes, 9 de marzo de 2012

Hart Crane/ Un poema




Proemio

Al puente de Brooklyn


Cuando el amanecer fallece, nos queda solo un escalofrío
Y el ala de la gaviota emerge y se inclina
Vertiendo anillos blancos de tumulto, construyendo en la altura
Sobre la bahía encadenada donde mora la Libertad.

Como una curva inviolada que abandona nuestros ojos
Como aparentes velas de los veleros que pasan
Algunos comentan que son imágenes que deben ser guardadas
Hasta que, de nuevo, los elevadores nos oculten nuestro día…

Yo pienso en cinemas, en trucajes panorámicos
En multitudes reunidas para ciertas escenas relucientes
Nunca develadas, pero aceleradas de nuevo
Profetizando a otros ojos la misma escena;

Y Usted, por el puerto, con pasos dorados
Como si el sol midiera sus pasos,
Cierto movimiento, siempre inacabado, de vuestro caminar
¡Implícitamente demostrando la libertad de seguir siendo Usted!


Hart Crane