domingo, 29 de julio de 2012

Casasses/ Dos poemas

América Que no, que no hay nada que hacer, somos hijos de América, hijos de la papa, hijos de la tomata, del médico santo enfermo que cura y mata la histeria triste y la tristeza histérica a fin de encender música hemisférica dos veces, para que llueva plata sobre el público de cada sonata, el mercurio vivo de la vida no genérica sino para mí la pura calma endémica, para ti la pura fuerza cenital, para él la inspiración esquizofrénica, mi gallito entero para ella aquí tal cual, para los demás la pena con sabor a arsénico en la punta de la lengua genital. Europa La santa ícona griega de los hijos eslavos del palestino crucificado, santa virgen itálica de los hijos normandos del palestino crucificado, me habeis horadado las manos y pies, me habeis horadado las muñecas y los tobillos, me han picado el pecho con un punzón... Ey, dios, ¿por qué te hiciste carne en mí, y carne de mujer? Yo no he matado nunca ningún indio, no he comprado ningún negro, las guerras africanas y cubanas y la del opio me han partido la vida por la mitad, me han echado a perder el vino, han enloquecido a mis perros, he padecido la sífilis, se me está muriendo la mujer, la mujer me mata, oh europa mía, santa heroína, labio partido, cuerpo lleno de moretones, me matarás, me matarás una vez más, y pasearé pasearé entre zarzales muertos de sed estas llagas y este agujero tuyo oh danza negra de los brasileños ay magdalena de los balcanes oh peste santa inmaculada por nacimiento y antes incluso y siempre más, por tantos días, bajo tantas nubes seré eslavo tu eslavo y tu eslavo.

domingo, 6 de mayo de 2012

Carlos Edmundo de Ory: No leer, peligro de vida

No leer, peligro de vida ¿Cómo nos comprometemos hoy? Teniendo coherencia. Nietzsche, El ocaso de los ídolos De un sospechoso Brillaba la luna. Le fue instintivo arrojar su cuerpo a la intemperie. Subiendo y bajando cerros. A veces, se agacha. En ocasiones desaparece. Árboles allí. Todo es penumbra en los matorrales. La noche siempre ha sido su escuela. Poder sentirse completamente solo, respirando aire puro. Había una garita a una cierta distancia. La tranquilidad fue violada por un disparo. ¡Alto ahí! ¿Quién va?... Caminar no de puntillas no es lo suyo. No tiene oídos para la salva. Ahora avanza hacia los confines, cuyos nexos vibran todos armoniosamente. Ni sintió la presencia del centinela. Con grandes gestos de loco se perdió en la noche. Extraños perfiles corrían a la zaga del fugitivo. Esfuerzo vano. Militares continúan al acecho. Ya se discute la procedencia y el presunto rumbo. Ya se toman precauciones. Tipos de la misma calaña acaso merodean. La línea está vigilada. Una red de soldados sobre la base de 24 horas por día, equipada de radares, telescopios, cámaras de perseguimiento, radioteléfonos portátiles y otros instrumentos. ¿Por qué no se le detuvo a tiempo? Severas instrucciones a la ronda. Cambios de consigna. Alguien dijo que era la sombra de un pájaro grande. En realidad ia bostezando. No llevaba pasaporte ni documento nacional de identidad. Nadie supo (el capitán tampoco) si se trataba de un sujeto peligroso. Hubiera podido ser gente bien. Un segador de una fiesta. ¡No! Hay alambradas a lo largo del puesto fronterizo. Atalayas. Siguen mirando todas las direcciones. Buscan terroristas. Miriadas de terroristas tránsfugas se esconden en el maquis. Son fabricados en hornos ocultos. De la palabra poeta Los burgueses tildan a los poetas de lunáticos. Es la mofa clásica. Sucesivamente, las recriminaciones toman forma de vocablos y epítetos en magistrales variantes. Abrimos un diccionario y leemos: poeta. m. El que hace versos. (¿Un simple versificador?) Buscamos después a verso, y nos encontramos con esto: Palabra o conjunto de palabras sujetas a cierta medida y cadencia (y lo contrario de prosa). Estamos entendidos. Aunque, de paso, echamos un ojo a la palabra poesía. Inútil saber la verdad. Cerramos el Casares y lo metemos en el frigorífico. Como la palabra latina poeta viene de poesis y deriva del griego poiein, se olvidó el significado exacto de la lejana etimología egea, que definió el poeta, la palabra poeta como siendo aquel que hace. Es decir, que crea o que cría. En suma: creador. Y esta peculiaridad del genus homo, convierte a uno en genius. Prodigio de prodigalidad. Se vio en su modelo el dilapidador de la grandeza y el gran destino. Tuvo su época en los tiempos románticos. Hoy ya se le ha llegado a desmitificar. Oí a un médico francés, el doctor Tomatis que pronunciaba una conferencia sobre la creatividad de los niños, y parando mientes en los artistas, dijo esto: “Nadie es genial. No existe ningún genio”. Explicó, a continuación, que hay solamente personas que sienten y otras personas capaces de traducir. La fuente, después de todo, reside en el universo. Captar ondas universales es lo que hacen algunos, y pueden recibirlas los demás. Tuvo un ejemplo divertido: “No hay que cometer el error que cometería un transistor que se golpease el pecho diciendo: “Soy Radio París”. Lo conduciríais en seguida al siquiatra...”. También somos, a veces, transistores de percepción. Pero hay que enchufar primero. De dos clases de tías Criaturas hambrientas, metidas en sus cuartos, con ganas de ulular como lobos. Así va la muchachada. Las versiones más grotescas asaltan a uno cuando piensa en su destino. Basta recordar, aunque sólo sea, aquel párrafo aleccionador que leímos un día: “Supongamos que alguien escribe un poema, esto es ser creativo en nuestro nivel. Instantáneamente una nube de langostas, tías y tíos, dice: “Si este niño se inclina por el trabajo creador, hay que destruirlo. Debemos poner fin a esta insensatez”. Si este niño tiene una tía buena que se da cuenta que ha hecho algo más que lo que comúnmente hace su familia, esta tía es preservadora”. Hasta el momento no se pudo saber si hubo excepciones a la regla. No quitan ojo de encima del perezoso vástago. Por miedo a las fugas cuando explota. Se va a los montes. Se va a la playa incluso en invierno. Se va. O si no es así, pues se queda todo el día en la cama. ¿Qué se ha creído? Como si tuviera en la frente el letrero que reza: Lo mío es el sagrado deber del ocio. Además, los libros que lee tienen las líneas irregulares. Debería levantarse y trabajar. He aquí que la tía hipotética interviene:-Algo estará gestándose en su espíritu. (Al oírla el muchacho sonríe con una ternura infinita.) se sienta en la cama, el rostro pálido, y murmura: “He leído en el diario de Emerson que cuando estaba en Saint Augustine se pasaba horas en la playa dándole a una naranja con un bastón de paseo”. (Van Wyck Brooks, Las opiniones de Oliver Allston). De Nazim Hikmet hace poco leí las cartas que escribió en la prisión, presentadas por Abidine Dino. Es, verdaderamente, un poeta universal. Luchó y amó como nadie. Era hijo de la libertad, aunque pasó media vida en la cárcel y en el exilio. Sufrió por su pueblo. Se inquietaba de continuo por los camaradas y todos los doloridos del mundo. La futura cosecha de jóvenes creadores era su preocupación diaria. Cartas desbordantes de generosidad. Tiene entre ceja y ceja el ideal del arte como una aventura colectiva. De ahí arranca su concepción poética. Su influencia es inmensa. Jóvenes turcos someten a su magisterio novelas y poemas. Con frecuencia se vuelca en vítores de entusiasmo, empleando el “elogio hiperbólico”, a guisa de “método pedagógico”. Se nos advierte, por otra parte, del hecho normal, al menos en Oriente, de “esta forma excesiva de estímulo”. A pesar de sus méritos, conlleva ciertos inconvenientes. A saber: la posibilidad de un mentís ulterior. Saltar de la alegría desmesurada a la visa del menor signo de talento, supone un optimismo increible. Ayudar y dar a conocer contra viento y marea a compañeros de prisión que crean, ese es su propósito. ¿Acaso la fraternidad apasionada no justifica “estas manifestaciones de indulgencia extrema”? Homenaje le sea rendido al idealista sincero y esperanzado. De mí Más allá de todo justiprecio, de toda crítica pedantesca, reconocemos la primacía de la complicidad. Un mismo impulso colectivo crea una normal fraternidad activa y coreuta de todo lo que entra en su juego. Por mor de la simpatía se llega a una concientización mayor de la urgencia real de uniones para la transformación meliorativa del mundo en el que estamos. No hay liderato ni tutor espiritual, sino el avalúo favorable de lo semejante en sus niveles constitutivos. No sólo damos crédito a la adolescentización del pensamiento, y a la lactancia del pensamiento, cuando obran plenamente, sino que nos oponemos a su desmadre. Jamás obstruir la marginación, bajo ningún pretexto. Sentirse hijos de la misma locura, realiza a maravilla el consensus omnium. Un tal egrégores irradia la simpatía recíproca de los participantes. ¿Qué decir de mí? Si no que fui lector sedente de algunos poetas ubicados en Barcelona, y que se reúnen en libro colectivo. Tengo que serlo, no ya sólo por deseo de ellos, mas por mi misma afición y búsqueda. Me presto a la tarea con evidente alegría. Ellos mi inspiran parábolas. Me acuerdo de mis veinte años, encerrado en mi cuarto escribiendo poemas que nadie leía. ¡Qué importaba eso! Si yo, en cambio, tenía oídos para escucharme a mí, rodeado de respetuoso silencio. De la sociedad jerarquizada Hace tiempo que aprendimos la elegancia de decir NO. Impedir que el statu quo cristalice nuestras substancias. De este modo creció en nosotros la cultura rebelde. Hasta el más cortés gesto de intimación fallaba en sus tentativas. Nos hacía recular la estrategia blanda de la mano sobre el hombro y los pellizcos en la mejilla. Mudos revelamos nuestra repugnancia hacia los bellos modos paternalistas. De ahí el abismo que nos separa de la Kultur oficial, dogmática y utilitarista. Combatir los ajustes y sujeciones perpetrados por los monopolios de la conciencia, nos condujo pronto a sumarnos a los rompefilas de la contracultura. En los grupos y movimientos de expresión libre, encontramos albergue y solaz. Y si los bajos fondos literarios nos infunden respeto es porque el delincuente artístico carece de existencia legal. Los que vivimos fantaseando “otra vida”, confesamos nuestro fervor al nexo de la Gran Negación, congregando entidades colectivas del orden de la emoción y de la sensibilidad. Una religio del “ser viviente”, en tanto que tal, el hombre por entero, frente al enigma, tras valores humanos que contradigan la ilusión de óptica de las realidades definidas. Lejos del teatro de la decadencia y de sus comediantes, prestamos oídos a todos los anuncios de un nuevo ethos. De la hegemonía cultural Se oye decir a menudo que la poesía no se vende. Lo afirman los propios editores que la prohijan. Y de ello se conduelen en presencia de los muchos solicitadores. Sin embargo, colecciones de poesía muestran sus pastas flamantes en las librerías. Normalmente, una profusión de analectas liquida sus stocks, gracias a la buena clientela. En el consumo cultural no sólo medra la planta antológica. Prudentemente apilados sobre anaqueles, docenas de ejemplares de autor consagrado, ven disminuir su volumen. Así, los víveres que-no-se-venden abren el apetito incomprensiblemente. No necesitan del “boom” prefabricado. Los mass media garantizan. Todos los premionobel son alucinógenos de la cultura oficial. El último laureado, antes ignoto, se convierte en sabroso mordisco, aunque en sus años oscuros haya sido friegaplatos. De súbito, tenemos “best-sellers” de poesía. En el otro extremo, fuera ya del circuito comercial y de la crítica beata, se encuentran los parias literarios. La inmensa mayoría jóvenes. Esta especie desconocida por anónima, un buen día, se echa a la calle por su cuenta y riesgo. Sacan sus libros después de rascarse el bolsillo. De los parias creativos Su combatividad resuelve, tarde o temprano, las ansias de vuelo. Se hacen visibles, sin rebozo. Brotan desde la niebla de los bajos fondos creadores. Es ahí donde pulula la raza maldita de la sensibilidad. Tan sólo unos pocos explotan en libre albedrío de vida, lanzándose a la intemperie. Aquellos que restan callados en sus guaridas, tampoco sucumben a la somnolencia. Al contrario, sus brutales silencios arropan actividades secretas. Licenciados voluntarios de a sociedad alienante, consagran sus horas a las visiones. Su soledad -morbo o droga- está poblada de infiernos y de paraísos personales. Son los espacios inviolados donde poder sufrir o gozar a gusto sin testigos. Individuos aislados, la fuerza de sus obsesiones les apartó de la grey. Sucer la substantifique moell. Angustias, nostalgias, complejos de Alicia, acaban configurando un orbe auténtico. Sangre y ninfas invertidas en hecho oculto. Ni tan siquiera se dan cuenta de la levadura que secretan. Con verdad pudo decir de ellos Nathalie Sarraute, que sus obras apuntan a un porvenir de emancipación y progreso. Porque estos productivos solitarios “buscan liberarse de todo lo que es impuesto, convencional y muerto, para orientarse hacia lo que es libre, sincero y vivo” (L' Ère du soupçon). ¿Cómo localizarlos en las urbes moribundas a fin de compartir con ellos lágrimas y risas? Carlos Edmundo de Ory Amiens, octubre de 1978

viernes, 4 de mayo de 2012

Del blog de Iliana Vargas sobre Guadalupe Dueñas: Para no perder el nombre

Para no perder el nombre: Guadalupe Dueñas El siguiente texto es una presentación que debía publicarse en una plaquette/homenaje a Guadalupe Dueñas; sin embargo, por no cumplir con los tonos institucionales, no se incluyó. Comparto también un breve texto que en su momento apareció publicado en la Revista de Bellas Artes, en el que, de manera soslayada pero ácida, la autora hace una reflexión crítica y atinada sobre el entreguismo de ciertos escritores. Guadalupe Dueñas fue narradora, guionista de telenovelas, ensayista y colaboradora de algunas revistas literarias, particularmente de Ábside, la primera en publicar uno de los textos que conformaría, en 1954, Las ratas y otros cuentos, plaquette con la que se daría a conocer como narradora de una visión muy particular, “extraña” para la mayoría de sus contemporáneos. A partir de ese momento, Guadalupe Dueñas empezó a vislumbrar un universo poco explorado por otros escritores de la literatura mexicana contemporánea, específicamente de mediados del siglo XX: los temas tratados por esta autora abrevan del humor negro, la ironía, la crítica incisiva, el horror y elementos muy particulares de la literatura fantástica, sobre todo, la trasgresión de lo sobrenatural a través de animales o personajes con los que se convive a diario pero que no suelen tenerse en cuenta o a la vista. Dueñas construyó su propio panorama creativo a la par de otros proyectos curiosamente relacionados con la labor literaria: bajo la producción de Ernesto Alonso, realizó cerca de 50 guiones para telenovelas; entre las consideradas de “mayor rating” se encuentran Leyendas de México (1968); Carlota y Maximiliano (1965); La máscara del ángel (1964); y Las momias de Guanajuato (1962), esta última basada en el cuento “Guía de la muerte” de la propia Guadalupe Dueñas y en cuya adaptación trabajó a lado de Inés Arredondo, Vicente Leñero y Miguel Sabido como co-guionistas. “Guía de la muerte” había sido publicado en 1958 como parte de Tiene la noche un árbol, con el cual obtuvo el Premio José María Vigil 1959. Poco después, entre 1961 y 1962, fue becaria del Centro Mexicano de Escritores; sin embargo, transcurrieron catorce años para que apareciera su siguiente libro, No moriré del todo (1972), en el que los tonos irónicos y la atracción por lo insólito, lo terrible y una introspección angustiante determinaron la voz narrativa de la autora. Esta fuerza en su escritura se vio enriquecida años después por la explotación de lo atmosférico en los cuentos que conformarían su último libro publicado, esta vez casi veinte años después que el anterior, y en cuyo título se adivina una sentencia: Antes del silencio, donde se hace presente más que en los libros anteriores, el espíritu lírico de Guadalupe Dueñas trasladado a una prosa pululante de imágenes oníricas, apariciones, juegos en donde es difícil determinar el umbral que se cierra cuando el sueño acaba. Además de su obra narrativa, Guadalupe Dueñas escribió una serie de breves ensayos dedicados a diversos personajes de la vida cultural en México. Se trata del libro Imaginaciones, que, como el título afirma, es eso, un ejercicio a la manera de Vidas imaginarias de Marcel Schowb, en este caso basado en algunos rasgos característicos de autores que interesaban a Dueñas. La única antología en la que participó fue Pasos en la escalera. La extraña visita. Girándula, un libro colectivo publicado por Porrúa en 1972, donde se proponía el desarrollo de tres cuentos con los mismos títulos por parte de las autoras incluidas: Carmen Andrade, Beatriz Castillo, Guadalupe Dueñas, Margarita López Portillo, Mercedes Manero, Ángeles Mendieta y Ester Ortuño, cuyos textos iban acompañados de dibujos originales de Elvira Gascón. El material que se reúne en esta plaquette sirva para conocer, de manera somera, el espíritu de esta narradora de lo fantástico que, tras diez años de su muerte, nos visita con la intención de recordarnos que la literatura mexicana tiene una identidad que está más allá de los elogios y la condescendencia entre escritores, de las cuestiones de género, de las imposiciones de estilos que están a la moda: la literatura mexicana contemporánea tiene algunos autores que han escapado de la farándula para preocuparse por escribir. Yo vendí mi nombre | Guadalupe Dueñas Como algunos venden su alma y otros venden su cuerpo y otros más su sombra y hay quienes venden pájaros, yo vendí mi nombre. Consta de cinco letras. Es un nombre pequeño y un apellido muy largo, que en tiempo no remoto, alcanzó fama y pudo cotizarse como alta moneda. Apareció junto a plumas reconocidas y estuvo precedido por títulos de sabios y pro-hombres. El misterio de su ampulosidad no viene a cuento. Baste saber que conservo en oro sus iniciales y que existen aulas y bibliotecas bautizadas con mi nombre. Grabado estuvo en universidades, y no faltaron editores que lo adoptaron por bandera izándola en las cúpulas. Otros muchos esculpiéronle en muros y portadas. Entretejían las mayúsculas con hilos de plata y sombreaban las vocales con acerinas y esmalte. Convirtióse en símbolo, en aleluya, en buen agüero, en triunfo y en sonido glorioso. En ese entonces, periódicos y revistas nacionales y extranjeras, se atropellaban por consignarlo, por encabezar sus columnas con los augustos rasgos de mi pertenencia. Los lectores enrojecían de emoción al hallarlo en enciclopedias, en semblanzas, en biografías y en números antológicos destinados a la eternidad, y aun en reseñas de modas. El mundo lo alquilaba sin reparar en el precio. Avanzó en popularidad como los mitos que la credulidad agranda. Adorno fue de la palabra; labios encumbrados lo envidiaban, hasta que un día, un desdichado día, empezó a apagarse con la prisa de las luciérnagas que dejan en sombra el paraje de la noche más obscura. Restos de su gloria quedaron atrapados en artículos de segunda. Revistas no informadas retuvieron los jirones alfabéticos, los caracteres degradados, las letras que al transcurrir del tiempo perdían equilibrio como los epitafios de las tumbas olvidadas por los deudos. Las vocales disparáronse a manera de luces pirotécnicas. Fue el comienzo de una tortura mortal. La mengua reducía el nombre cada vez más y más. Aparecía distorsionado o con letrilla microscópica del todo indistinguible. Nadie exigía las bélicas mayúsculas de trazo gótico, nadie extrañaba las alas de cuervo que rubricaron el nombre caído en desdicha, sucio de polvo como corcel abatido y sin dueño. La adversidad propició el desacato de escribir las iniciales cuando se habla del D.F. Los letreros fueron empalideciendo. Las publicaciones que ostentaron escandalosos ribetes con gualdas, suprimieron las gárgolas y los arabescos hasta que las consonantes danzaron derrengadas y sonámbulas. Con frecuencia fallaban letras o aparecían tan borrosas como si un designio infernal se anticipara a su cancelación. El calvario se agrava. Ahora, antes de que amanezca, me dirijo anhelante al primer puesto, al vendedor más cercano, al gacetillero, al pepenador de desechos, para revisar meticulosamente cada publicación y comprobar si aún figura mi nombre aunque sea en el directorio; con mano temblorosa y ávida, abro las páginas, los dedos se me hacen huéspedes, con esfuerzo olvido el llanto que me causa ver en algún rincón mi nombre de pila o la inicial perdida del apelativo que ya nadie reconoce. Confidencias afanosas o malignas me hacen saber que las directivas tratan el conflicto de suprimir el nombre que se les ha quedado fijo como una alcayata. Sé que quienes votan por el aniquilamiento, encuentran tibia persistencia en románticos añorantes de la firma que no tienen valor para desterrar de su paginario. Un pudor no exento de amargura me hace cavilar en la manera de liberarlos a todos de la pesantez del nombre cuyas letras cadavéricas encenizan sus revistas. He llegado a sentir agradecimiento cuando alguien lo suprime sin ceremonias. Insoportable es irse muriendo a pedazos, mejor dicho a letras; un puntillo hoy y un acento mañana; ahora el rasgo de la T no aparece; más adelante el diéresis y luego la R y la M y aun la Y, que es tan poco socorrida en nuestro idioma. Lo capto todo. La fisura de mis tímpanos recoge las murmuraciones y a pesar de núbiles cataratas que entresolan mis pupilas, adivino el desdén y las muecas de repudio. Con las yemas de mis dedos palpo negativas y razones. En la rajadura de mis labios y en mi lengua reseca sopla el aire salado que dispersa mi nombre. Padezco comentarios y juicios sin poder darme a la fuga. “Dicen que ya no escribe, que está ciega”. ¡Bah! –“Estar ciego es estar muerto”. Se desentienden de mi presencia. A veces rampo, me agazapo, ruedo, me deslizo, hasta las redacciones donde otrora pidieron de rodillas mi colaboración eterna. Los amigos de antaño ya no me conocen. Han ensordecido en el ruido de nueces de los manejadores de frases. Un terror supersticioso me invade, un terror ajeno a vanidades y a esperanzas: la certidumbre de que en cuanto la última letra se esfume y el punto final se diluya sobre el papel como una lágrima, mi vida, frágil e inútil vida, será un renglón en blanco como el de los presuntuosos de ayer que ignoran su anonimato, aunque su engreimiento es sólo corrupción aprisionada en una fosa.

jueves, 15 de marzo de 2012

Sergio Pitol/ Sus buenos raros

Los raros
de Sergio Pitol Demeneghi, el Lunes, 14 de marzo de 2011 a la(s) 13:01 ·


También los raros. Los "raros", como los nombró Darío, o "excéntricos", como son ahora conocidos, aparecen en la literatura como una planta resplandeciente en las tierras baldías o un discurso provocador, disparatado y rebosante de alegría en medio de una cena desabrida y una conversación desganada. Los libros de los "raros" son imprescindibles, gracias a ellos, a su valentía de acometer retos difíciles que los escritores normales nunca se atreverían. Son los pocos autores que hacen de la escritura una celebración.

Sus colegas, los más ceñudos, los más virulentos, los que conciben que el mayor prestigio de una obra se mide por las tantas medallas que los poderosos hayan puesto en sus pechos, jamás podrán verlos con buenos ojos. Es más, los detestan. Cuando en alguna ocasión oyen o leen un elogio sobre ellos se descomponen, utilizan un lenguaje cuartelario, injurioso y procaz que no se concilia con su ordinaria dignidad. Los ademanes, gestos y sonrisas con que por lo general administran cuando se mueven en sus salones se transforman en muecas monstruosas. Al grado que algunos hayan sido transportados a un hospital, o a una clínica psiquiátrica, y aun allí, atados en un lecho, con voz sofocada, se las componen para informarle al doctor o a las enfermeras de que aquellos que pasan por escritores y a quienes califican de excéntricos eran sólo unos seres chapuceros, simuladores y embusteros, hasta que, agotados, hacen una tregua procurada por unas pastillas de varios colores o una inyección intravenosa, y al despertar del sedante, con voz baja, fatigada, mortecina, continúan su diatriba, justificando que su cólera no la dirigía tanto a esos mamarrachos petulantes y farsantes, que no son nada, como a los editores que publicaban esa escoria, o a los críticos de los suplementos y revistas culturales que los rodeaban de una publicidad nefasta y, sobre todo, a los lectores que se dejaban manipular por los anteriores como meras marionetas.

El tiempo, como siempre, se encarga de ordenarlo todo. Seguramente debe de haber existido excéntricos que creyeran ser escritores geniales cuando sólo fueron pobres grafómanos sin cultura, imaginación, intuición lingüística, o simplemente mentecatos y hasta dementes. No pasarían a la historia, y nadie los reivindicaría. En cambio los sobrevivientes se convertían en clásicos, sin enemigos, se transformaban en personas respetables. Pero los que están vivos y comienzan a ser conocidos chocarán con un pelotón de fiscales e inquisidores.

Yo adoro a los excéntricos. Los he detectado desde la adolescencia y desde entonces son mis compañeros. Hay algunas literaturas en donde abundan: la inglesa, la irlandesa, la rusa, la polaca, también la hispanoamericana. En sus novelas todos los protagonistas son excéntricos como lo son sus autores. Laurence Sterne, William Beckford, Jonathan Swift, Nicolai Gogol, Tomasso Landolfi, Carlo Emilio Gadda, Witold Gombrowicz, Bruno Schulz, Stanislaw Witkiewicz, Franz Kafka, Ronald Firbank, Samuel Beckett, Ramón del Valle-Inclán, Virgilio Piñera, Thomas Bernhard, Augusto Monterroso, Flann OņBrien, Raymond Roussel, Marcel Schwob, Mario Bellatin, César Aira, Enrique Vila-Matas son excéntricos ejemplares, como todos y cada uno de los personajes que habitan sus libros, y por ende las historias son diferentes de las de los demás. Hay autores que sin ser del todo "raros" enriquecieron su obra por la participación de un abundante elenco de personajes excéntricos: bufonescos o trágicos, demoníacos o angelicales, geniales o imbéciles, al fin y al cabo casi siempre todos "inocentes".

Los "raros" y familias anexas terminan por liberarse de las inconveniencias del entorno. La vulgaridad, la torpeza, los caprichos de la moda, las exigencias del Poder y las masas no los tocan, o al menos no demasiado y de cualquier manera no les importa. La visión del mundo es diferente a la de todos; la parodia es por lo general su forma de escritura. La especie no se caracteriza sólo por actitudes de negación, sino que sus miembros han desarrollado cualidades notables, conocen amplísimas zonas del saber y las organizan de manera extremadamente original. Hay un abismo entre el escritor excéntrico y el vanguardista. Existe una diferencia notable entre la obra de Tristan Tzara, Filippo Marinetti y André Breton y los relatos de Gogol, Bruno Schulz y César Aira, por ejemplo. Las primeras tres son de vanguardia, las segundas corresponden a una literatura muy novedosa en su tiempo por su rareza. El vanguardista forma grupo, lucha por desbancar del canon a los escritores que le precedieron por considerar que sus procedimientos literarios y el manejo del lenguaje son ya obsoletos, y que su obra, la de ellos, dadaístas, futuristas, expresionistas, surrealistas, es la única y verdaderamente válida. Consideran que el paso adelante ha iluminado la escritura de su idioma, o aun fuera de las fronteras, depurando al canon de los autores que ellos desdeñan. Racionalizan, discrepan, crean teorías, firman manifiestos, emprenden combates con la literatura del pasado y también con la contemporánea que no se acerque a la suya. Por lo general eso no les sucede a los excéntricos. Ellos no se proponen programas ni estrategias, y en cambio son reacios a formar grupúsculos. Están dispersos en el universo casi siempre sin siquiera conocerse. Es de nuevo un grupo sin grupo. Escriben de la única manera que les exige su instinto. El canon no les estorba ni tratan de transformarlo. Su mundo es único, y de ahí que la forma y el tema sean diferentes. Las vanguardias tienden a ser ásperas, severas, moralistas; pueden proclamar el desorden, pero al mismo tiempo convierten ese desorden en algo programático. Les encantan los juicios; son fiscales; expulsar de cuando en cuando a un miembro es considerado como un triunfo. Excluyen el placer. Al combatir contra el pasado o a un presente que repelen su escritura se carga de pésimos humores. En cambio, la escritura de un excéntrico casi siempre está bendecida por el humor, aunque sea negro.

Algunos de los raros han conocido en vida fama, gloria, homenajes, premios, todas las variantes del prestigio, al final de sus vidas; otros no conocieron nada de eso, pero aun después de morir han dejado una pequeña grey disuelta en el mundo, que le seguirá siendo fiel y que tal vez sea feliz de saberse tan pocos para reverenciar a aquella deidad casi desconocida. En fin, un escritor excéntrico es capaz de marcarle la vida de varias maneras a los lectores para quienes, casi sin darse cuenta, definitivamente escribía.


De El mago de Viena, Editorial Pre-textos,
col. Narrativa contemporánea

viernes, 9 de marzo de 2012

Hart Crane/ Un poema




Proemio

Al puente de Brooklyn


Cuando el amanecer fallece, nos queda solo un escalofrío
Y el ala de la gaviota emerge y se inclina
Vertiendo anillos blancos de tumulto, construyendo en la altura
Sobre la bahía encadenada donde mora la Libertad.

Como una curva inviolada que abandona nuestros ojos
Como aparentes velas de los veleros que pasan
Algunos comentan que son imágenes que deben ser guardadas
Hasta que, de nuevo, los elevadores nos oculten nuestro día…

Yo pienso en cinemas, en trucajes panorámicos
En multitudes reunidas para ciertas escenas relucientes
Nunca develadas, pero aceleradas de nuevo
Profetizando a otros ojos la misma escena;

Y Usted, por el puerto, con pasos dorados
Como si el sol midiera sus pasos,
Cierto movimiento, siempre inacabado, de vuestro caminar
¡Implícitamente demostrando la libertad de seguir siendo Usted!


Hart Crane

jueves, 23 de febrero de 2012

Iván Oñate en San Luis Potosi, México Conferencia




Conferencia de Iván Oñate/ Poeta
San Luis Potosí, México.

Desde la salvaje lengua del lenguaje, sueño que tuvo alguna vez la boca, se escuchará el brillo en las tierras de San Luis Potosí a través de la voz y presencia del poeta Iván Oñate, quien dictará una conferencia sobre Civilización y barbarie en la literatura latinoamericana. El encuentro de ambas naturalezas del ser humano será el viernes 24 de febrero del presente año a las 11:00 hrs. en el auditorio de la coordinación de ciencias sociales y humanidades de la UASLP.
Será prodigio y grato el ver y conocer en persona a tan querido poeta y escuchar desde su espíritu la historia de la tribu latinoamericana para compartir visiones y fuegos sagrados, ciudades vanguardistas o chozas exóticas en las páginas del imaginario de los poemas o novelas de nuestro continente.
El autor de los poemarios: La nada sagrada, El país de las tinieblas y su reciente título: Cuando morí (en el pabellón de incurables), publicado por Ediciones sin Nombre y que será presentado en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería el próximo 3 de marzo, nos hablará de esas dos vías extrañas y comunes que son la barbarie y la civilización: qué tanto tenemos todavía de una y de otra y qué nos hace creer que dejamos de ser bárbaros y que ahora somos civilizados.
La literatura latinoamericana es ahora más que en otros tiempos la que da un giro importantísimo y la que ofrece un imaginario tan profundo que, desde hace unos años ha nutrido de forma casi total a la llamada literatura mundial.
En el poeta Iván Oñate tenemos un excelente ejemplo de lo que la poesía latinoamericana ofrece como uno de sus mejores representantes. Oñate pertenece a una generación de poetas que comparten el resurgimiento y fortalecimiento de la poesía ecuatoriana, y felizmente de la latinoamericana y mundial.